Trabajaba un padre en su despacho cuando entró su hija pequeña al borde de un ataque de nervios, medio llorosa y compungida.
- ¿Qué pasa hija? ¿Por qué estás tan deprimida?
- ¡Es que mi mesa se desordena demasiado fácilmente! - Dijo la niña.
- Enséñamelo.
Fueron a la habitación de la niña, y esta enseñándole la mesa le dijo:
- ¿Ves? Yo la ordeno, pero se desordena demasiado fácilmente.
El padre extrañado le dice:
- Enséñame como la mesa está ordenada.
La niña recoge todo, pone la taza con los lápices arriba a la derecha, una libreta arriba a la izquierda, una regla a la derecha, una goma de borrar abajo a la izquierda y así sucesivamente hasta que al fin, contenta, dice sonriendo:
- ¡Ya está!
El padre, extrañado pregunta:
- ¿Y si cambio esto de aquí, un poco a la izquierda?
- ¡Ah no Papi! Así ya no está ordenada.
- Ah ¿Y si tomo esto otro y lo cambio por esto?
- ¡Aun me la desordenas más!
- ¿Y si cambio de sitio la taza de los lápices por la libreta?
La niña, al borde de las lágrimas dice:
- ¡Papa! ¡Me estás desordenando toda la mesa!
- No, hija no, la mesa no está desordenada. Lo que pasa es que tú tienes muchas imágenes para que la mesa esté mal, y sólo una para que esté bien.